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"EL PERDEDOR"


“EL PERDEDOR”

Es de madrugada, las 4:21 am según indica mi celular, y voy cumpliendo mi sueño de escribir con el cerebro alborotado, con alguna sustancia toxica dañándome la razón, lo cual podría usar a mi favor para excusarme de tamaña cursilería que escupe en estos momentos mi cerebro.

Acabo de entrar a las cuatro paredes que me apartan del mundo con la cabeza gacha y la mirada enterrada en el piso.                                                                                                  No solo soy un cobarde, acabo de demostrármelo, sino que también, muy a mi pesar, soy un perdedor, un perdedor muchas veces probado. Tal vez si existiera un Nobel al perdedor más grande del mundo me lo llevaría con mucha ventaja y sin discrepancias entre los críticos. No solo soy un cobarde y perdedor, soy a la vez un idiota, lo cual en muchas ocasiones quita las ganas de seguir existiendo. Soy un idiota porque no aprendo la lección, porque la vida puso mucho esmero en enseñarme que aquel que se muestra sincero siempre termina con el culo roto, y yo terco, obstinado aferrándome a eso que me enseño mamá, por desgracia.

Muchas veces veo a los putañeros gozar de la vida, disfrutando cada segundo y ensuciándose el alma, y pienso "joder, como quisiera ser como ellos", pero lo he intentado un par de veces y no he sabido desempeñarme en tal oficio, muy por el contrario me hice daño e hice daño a personas que amaba y hoy me repudian; prometo seguir intentando e inclusive llevar un curso intensivo de putañero, que para tal curso los docentes especializados en esta “ciencia” abundan por doquier.

Hoy que escribo cumplo una semana de haber conocido a una chica, su nombre: Elizabeth. Si digo que me gusta no implica que su beldad exceda a alguna de mis anteriores enamoradas, aunque debo admitir que se encontraría en el “top five” de tan mancillada lista. Ella tiene la piel blanca, pero no tanto como Blanca Nieves, de su cutis no podría opinar pues en una semana solo la he visto bajo el manto oscuro de la noche, tiene las manos suaves como me gustaría tenerlas a mí, el cabello lacio (creo que son de color negro), es de una estatura poco menos que la mía, tiene un trasero de proporciones considerables a pesar  de que pasó desapercibido la primera vez que la vi, pero sobre todo me gusta y tal parece que mucho. Estudia contabilidad en una universidad particular, lo cual amerita imaginarse las proporciones aproximadas de su masa cerebral. Me mira, tiene una mirada encantadora. Me sonríe, y su sonrisa me hizo soñar que aun podía ser feliz, que Cupido no se había olvidado de mí, pero no fue así, una vez más termine con el culo roto, con la esperanza en el tacho de basura a la espera del camión recolector, y el corazón que empieza a latir terminará hecho añicos como en años anteriores.

No lo entiendo, o tal vez mi inconsciente no lo quiere entender, pero pensé que a Elizabeth le gustaba al menos un poco menos de lo que ella a mí, pero estaba equivocado una vez más. Ella me sonreía, mi empolvado cerebro me hizo creer que me coqueteaba a pesar de no saber el significado exacto que le atribuye la Real Academia a esta palabra, creí que le gustaba y tal vez por eso, como dice ella, me hice ilusiones.

“Mientras el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones” dijo Jean Baptiste de Chartellier y hoy lo recuerdo con nostalgia.

Todo lo que he vivido esta noche lo resumo en harto trago (lo hice supuestamente para darme valor pero no conseguí embriagarme hasta el punto que deseaba) y una decepción improvisada.

¿Acaso no son muchas las veces que me dicen que soy un idiota por fijarme en una chica que conozco en una discoteca? ¿Acaso soy un eterno idiota que nunca aprenderá la lección de no confiar en una chica que te sonríe en una discoteca? No lo sé, de lo que si estoy seguro es que soy el idiota más grande del mundo a las 4:42 am del veintitrés de diciembre del 2011. Lo que si me prometo, aun sabiendo que tal vez no lo cumpla (porque sospecho que dejar de ser un idiota debe ser una ardua labor) es que no volveré a hacerme vanas ilusiones, que a partir de hoy mi cerebro toma el gobierno de mi vida para dejarle solo el cargo de un innoble ministerio a mi corazón, lo firmo.


PATRICIO MACEDO.





DEDICATORIA:

A las putas noches que ojalá no vuelvan más.



(Escrito el: 23-12-2011)    

    


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