DIEZ ROSAS 3, La mujer más hermosa
Jimena Quiroz Rodríguez (2007)
La
mujer más hermosa que besé. Si tan solo tuviese una foto de ella la pegaría
entre mis párpados y gozaría de su belleza todos los días.
La conocí una tarde cualquiera. Era una chica hermosa y muy alegre. Tenía el cabello rubio, se los había pintado, pero que bien se le veía. La piel clara y labios rojos, como las princesas de los cuentos de hadas. Ojitos vivaces y un cutis tan fino. Era hermosa y mis descripciones quedarían cortas. Yo, un chiquillo de apenas catorce años, ella, una señorita de 19. Joder, ¿Quién carajos me va creer esto? Tal vez lo esté pintado tan maravilloso como para que sea real, pero es cierto, y como dice el refrán ‘nadie me quita lo bailado’. Algo que puede jugar a mi favor es que esta chica estaba media loca, era una loca del carajo, y tal vez por eso me llamo la atención. Tal vez por eso mismo fue que la deseaba desde que la conocí. Ella era Jimena, una chica hermosa.
Pero no todo era color de rosa, había dos obstáculos, un par de óbices. El primero y el más importante es que tenía novia y de ninguna manera podía ser infiel. Que el mundo entero me juzgue con los peores adjetivos, pero nunca podrán decir que soy infiel, un vil traidor. El segundo motivo, y no menos importante, fue que yo embriagado por la timidez y la estupidez hice de todo para que ella estuviera con mi amigo, en poco tiempo lo logré y al ser la novia de mi amigo no podía mirarla más como lo hacía antes.
Era la chica de mi amigo. El me contaba las cosas que pasaban. Ella, por su parte, me seguía sonriendo, seduciendo e intimidando con cada gesto. Algunas veces cuando nos quedábamos a solas en la tienda en la que ella trabajaba se sentaba en mis piernas y su dedo juguetón paseaba por mis labios, y mientras los nervios me tragaban con todo y zapato ella se acercaba y me daba un beso en la mejilla muy cerca de los labios. Luego se reía. Me tienes miedo, decía. Y yo, intimidado por su belleza, solo atinaba a sonreír. Estos sucesos no me dejaban dormir, era inevitable no soñar con ella. Yo pasaba problemas con Lesly, eran tiempos oscuros de nuestra relación, no me dejaba respirar, si no me veía por un instante pensaba que estaba con Jimena. Mis neuronas procesaban infinitas posibilidades. Los celos excesivos de Lesly me llevaron a terminar con esa relación. Dos días después Jimena terminó con mi amigo. Los dos estamos solteros, me dijo con una sonrisa cómplice. Empezamos a salir en sus días de descanso. Todos los días después de su trabajo la acompañaba al paradero. Una de esas noches, justo antes de subir al bus, me dio un beso en los labios. Quedé con un par de corazones en los ojos, tal cual un anime japonés. Caminé totalmente alucinado de regreso a casa, parecía que caminaba en las nubes. Se dio lo que tanto deseaba desde esa tarde en que la vi por vez primera. Creo que camine todo el trayecto con una sonrisa que se me escapaba del rostro y una cara de cojudo bastante notoria que mi mami pregunto ¿De dónde vienes tan feliz?
Y así comenzó mi historia con la mujer más hermosa que mis labios pudieron besar. Y así como comenzó, un día terminó, un día muy cercano. Apenas tuvimos una relación de mes y medio. Ella preguntó después de darme un beso si podía acompañarla a casa. Sus padres estaban de viaje. La casa está sola, dijo. Ella vivía un poco lejos, a media hora de Puente Piedra. Arrugue, le tuve miedo. Sabía que era lo que quería y lógicamente yo también lo quería. Pero ella era un poco loca, posesiva y me dio miedo. No supe jugármela, no arriesgue. Decliné su propuesta. Me miró seductora y pregunto después de darme otro beso ¿estás seguro? Me derretí como chocolate en verano. Pero eran las diez de la noche y apenas 14 años. ¿Qué le diría a mi madre? ¿Qué pretexto me inventaría? Decliné nuevamente. Se molestó, no comprendió que aun era un chaval de 14 años y que a esas horas no podía fugar. Me increpó algunas cosas, yo callaba. Quería irme con ella, quería ser el dueño de su piel. La deseaba a mares, pero no podía escaparme así. Si lo hacia, mi madre me botaba de casa. Fue así como terminó, con sus gritos en mi cara y mi silencio haciendo un puente. Con nuestros deseos libidinosos y mi cobardía prematura.
Luego me enteré por amigos que participó de un casting en América TV, en el canal 4, para el programa “Habacilar”. Yo sabía un poco de eso, ella me contó, pero declinó porque a mi no me parecía correcto. Ella me contó que le dijeron que solo pasan las chicas que aceptan una noche con el productor. Mientras estuvo conmigo, doy fe de que no aceptó la oferta. Después, no sé, quien sabe. Espero que no haya caído en la tentación.
Pasó tiempo y siempre lo lamenté. Lamenté no haber tenido los cojones como para escaparme por esa noche. Lamenté no haber sido el chico con agallas que ella creyó que era. Han pasado varios años, casi 8, y no hay huellas, no hay rastros de su existencia por ninguna parte. Me queda el recuerdo, nadie me quita lo bailado, fue la mujer más hermosa que besé.
La conocí una tarde cualquiera. Era una chica hermosa y muy alegre. Tenía el cabello rubio, se los había pintado, pero que bien se le veía. La piel clara y labios rojos, como las princesas de los cuentos de hadas. Ojitos vivaces y un cutis tan fino. Era hermosa y mis descripciones quedarían cortas. Yo, un chiquillo de apenas catorce años, ella, una señorita de 19. Joder, ¿Quién carajos me va creer esto? Tal vez lo esté pintado tan maravilloso como para que sea real, pero es cierto, y como dice el refrán ‘nadie me quita lo bailado’. Algo que puede jugar a mi favor es que esta chica estaba media loca, era una loca del carajo, y tal vez por eso me llamo la atención. Tal vez por eso mismo fue que la deseaba desde que la conocí. Ella era Jimena, una chica hermosa.
Pero no todo era color de rosa, había dos obstáculos, un par de óbices. El primero y el más importante es que tenía novia y de ninguna manera podía ser infiel. Que el mundo entero me juzgue con los peores adjetivos, pero nunca podrán decir que soy infiel, un vil traidor. El segundo motivo, y no menos importante, fue que yo embriagado por la timidez y la estupidez hice de todo para que ella estuviera con mi amigo, en poco tiempo lo logré y al ser la novia de mi amigo no podía mirarla más como lo hacía antes.
Era la chica de mi amigo. El me contaba las cosas que pasaban. Ella, por su parte, me seguía sonriendo, seduciendo e intimidando con cada gesto. Algunas veces cuando nos quedábamos a solas en la tienda en la que ella trabajaba se sentaba en mis piernas y su dedo juguetón paseaba por mis labios, y mientras los nervios me tragaban con todo y zapato ella se acercaba y me daba un beso en la mejilla muy cerca de los labios. Luego se reía. Me tienes miedo, decía. Y yo, intimidado por su belleza, solo atinaba a sonreír. Estos sucesos no me dejaban dormir, era inevitable no soñar con ella. Yo pasaba problemas con Lesly, eran tiempos oscuros de nuestra relación, no me dejaba respirar, si no me veía por un instante pensaba que estaba con Jimena. Mis neuronas procesaban infinitas posibilidades. Los celos excesivos de Lesly me llevaron a terminar con esa relación. Dos días después Jimena terminó con mi amigo. Los dos estamos solteros, me dijo con una sonrisa cómplice. Empezamos a salir en sus días de descanso. Todos los días después de su trabajo la acompañaba al paradero. Una de esas noches, justo antes de subir al bus, me dio un beso en los labios. Quedé con un par de corazones en los ojos, tal cual un anime japonés. Caminé totalmente alucinado de regreso a casa, parecía que caminaba en las nubes. Se dio lo que tanto deseaba desde esa tarde en que la vi por vez primera. Creo que camine todo el trayecto con una sonrisa que se me escapaba del rostro y una cara de cojudo bastante notoria que mi mami pregunto ¿De dónde vienes tan feliz?
Y así comenzó mi historia con la mujer más hermosa que mis labios pudieron besar. Y así como comenzó, un día terminó, un día muy cercano. Apenas tuvimos una relación de mes y medio. Ella preguntó después de darme un beso si podía acompañarla a casa. Sus padres estaban de viaje. La casa está sola, dijo. Ella vivía un poco lejos, a media hora de Puente Piedra. Arrugue, le tuve miedo. Sabía que era lo que quería y lógicamente yo también lo quería. Pero ella era un poco loca, posesiva y me dio miedo. No supe jugármela, no arriesgue. Decliné su propuesta. Me miró seductora y pregunto después de darme otro beso ¿estás seguro? Me derretí como chocolate en verano. Pero eran las diez de la noche y apenas 14 años. ¿Qué le diría a mi madre? ¿Qué pretexto me inventaría? Decliné nuevamente. Se molestó, no comprendió que aun era un chaval de 14 años y que a esas horas no podía fugar. Me increpó algunas cosas, yo callaba. Quería irme con ella, quería ser el dueño de su piel. La deseaba a mares, pero no podía escaparme así. Si lo hacia, mi madre me botaba de casa. Fue así como terminó, con sus gritos en mi cara y mi silencio haciendo un puente. Con nuestros deseos libidinosos y mi cobardía prematura.
Luego me enteré por amigos que participó de un casting en América TV, en el canal 4, para el programa “Habacilar”. Yo sabía un poco de eso, ella me contó, pero declinó porque a mi no me parecía correcto. Ella me contó que le dijeron que solo pasan las chicas que aceptan una noche con el productor. Mientras estuvo conmigo, doy fe de que no aceptó la oferta. Después, no sé, quien sabe. Espero que no haya caído en la tentación.
Pasó tiempo y siempre lo lamenté. Lamenté no haber tenido los cojones como para escaparme por esa noche. Lamenté no haber sido el chico con agallas que ella creyó que era. Han pasado varios años, casi 8, y no hay huellas, no hay rastros de su existencia por ninguna parte. Me queda el recuerdo, nadie me quita lo bailado, fue la mujer más hermosa que besé.
SERGIO PATRICIO.
DEDICATORIA:
A mi buena suerte, no hay nada que explique esto que la suerte.
(Escrito el: 09/08/14)
DEDICATORIA:
A mi buena suerte, no hay nada que explique esto que la suerte.
(Escrito el: 09/08/14)
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ResponderEliminarAgradezco ese puntito. Asumo que alguien pasó por aquí. Saludos a mi lector anónimo.
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