DIEZ ROSAS
Estas páginas aspiran a ser el espejo de mi vida amorosa. Sería injusto no hacer un reconocimiento a las mujeres que pasaron por mi vida, que tuvieron el instinto suicida de acompañarme amorosamente a pesar de no ser el mejor partido. Pero sería aún más injusto si en estas hojas conmemorativas menciono sus nombres y apellidos. Por respeto y agradecimiento no lo haré, en cambio, jugaré con las iniciales a modo de artificio para que solo ellas se puedan reconocer en estas líneas. Esto último es poco probable, casi nadie lee lo que escribo, usted que va recorriendo con su mirada estas líneas debe ser una de las pocas personas que lo hace. Y para no aburrirle más (debo cuidar a mis pocos lectores del aburrimiento) comenzaré narrando mi primera historia, y luego seguiré en orden cronológico. He aquí mi jardín de rosas.
"DIEZ ROSAS 1, El primer amor se olvida"
Dicen que el primer amor nunca se olvida. Yo casi lo había olvidado hasta poco antes de comenzar este relato. Seré objetivo, y tal vez me haga merecedor de críticas y bofetadas. Fue una relación infantil, juguetona. Yo nunca la amé. Tal vez suene duro, pero lo digo en honor a la verdad. Todo comenzó el día que me di cuenta que estaba de moda tener enamorada, o al menos, es lo que creí al escuchar por los pasillos del colegio a todo el mundo hablar de sus chicas. Fue entonces cuando me sentí preso de mi timidez, un niño a quien le falta una de sus extremidades. Me sentí el único niño que no tenía el juguete de moda. Joder, ideas mías. Cuan papanatas pude ser.
Tenía once años, toda una persona responsable como para tener una enamorada. Al menos es lo que creía por esos días. Aunque la verborragia no era una de mis fortalezas, tuve suerte al no ser el que se tenía que acercarse a una chica, pues una llegó a mí. Creo que Dios aún era mi amigo. Ella tenía los cabellos negros y largos, ojos grandes, piel trigueña, bastante bonita como para haberse fijado en mí, y para mi suerte, teníamos un amigo en común: Brian Ordoñez. Debo agradecer por estas líneas a mi buen amigo, pues fue gracias a él que pase algunos días disfrutando de un cariño pasajero, pero profundo por ser una nueva experiencia, hacia esa chica que por aquí la llamaré “J”. Pues esa chica era una alumna responsable y cursaba el sexto grado mientras yo iniciaba el primero de media. Las cosas no funcionaron, tal vez por mi timidez, tal vez por sus mejores aspiraciones. Quien sabe, lo cierto es que por estos días en que construyo estos párrafos “J” lleva unos kilos de más, y no por haber excedido en su alimentación sino mas bien por dejar ingresar a su óvulo el líquido blanquecino de la pasión. Pero sin andarme con rodeos ni desviarme más del tema central, que es mi primera relación amorosa formal (aclaro lo de formal por razones que se dará cuenta más adelante), comenzaré por decir que soy una persona democrática, y como persona democrática que soy, Érika llegó a ser mi enamorada por mayoría de votos. Todos mis amigos decían que ella me gustaba. Eso no era cierto. Pero insistían tanto que me convencieron. Además, decían que a ella le gustaba yo, y como me urgía una enamorada, tome la decisión sin pensarlo mucho. Pero mi primer obstáculo se apareció como un vendaval, mi timidez me impedía decírselo. Si no era yo, entonces alguien tenía que decírselo por mí. Si, que inteligente soy, debo buscar a alguien que se lo diga por mí, pensé. ¿Pero quién podría decírselo? ¡Por la manzana de Newton! Todo se caía a pedazos en cada paso. Mientras decidía quedarme de brazos cruzados, resignándome a quedarme sin enamorada por toda la vida gracias a mi puta timidez, ella tomo la iniciativa y no se imaginan como se lo agradecí en silencio. No existe nada más placentero en la vida que una chica tome la iniciativa y uno, flojo como soy, solo espere. Mi hermana, que es una persona sobornable, fue la intermediaria, asumió el papel de Jaimito “El cartero” y entre idas y vueltas, remitentes y destinatarios llego el 31 de Julio del 2004, día que llegó después de tantos sueños. Ese día escogí un lugar oscuro, procurando que solo la luna sea cómplice de mi primera declaración de “amor”. Mi hermana le dijo que la estaba esperando al doblar la esquina del cruce del Jirón 2 de Mayo y Francisco Bolognesi. Al poco rato se apareció con una sonrisa enorme (debo resaltar que esta chica casi siempre para con una sonrisa), me miró, sabía lo que se venía. Tome aire, no debía ser muy difícil pedirle que sea mi enamorada, además, ya sabía su respuesta. Horas antes de citarla le pedí a mi hermana que le pregunte si le gustaría ser mi enamorada. Su respuesta fue positiva. Entonces debía iniciar mi declaración, la primera en mi vida. No recuerdo las palabras que usé, mi cerebro no ha sido generoso al olvidar ese instante a pesar de mi obstinación por las fechas. El hecho es que me aceptó como enamorado, fue mi primera enamorada, y yo, fui su primer enamorado, creo. Ahora ya tenía enamorada, pero no podía presumir de ello a pesar de mis inmensas ganas de hacerlo, porque mis amigos se burlarían. Ellos decían que era fea y le buscaban todos los defectos que yo no le encontraba. Fui cobarde, nunca la defendí de esos crápulas como un verdadero macho lo hubiese hecho. Te pido disculpas Érika, soy la persona que no debiste aceptar en tu vida, el que te jugó sucio, el que no tuvo las agallas de defenderte cuando tus amigos te hacían leña a tus espaldas. Pero tal vez también es tu culpa, por no darte cuenta que todos fingían contigo, por no escucharme cuando yo intentaba decírtelo de manera que no suene tan mal. En fin, soporté todo esto, no estaba dispuesto a quedarme sin enamorada. Tuvieron que pasar quince días para besarla por primera vez, aún lo recuerdo. Galería “La Estación”, puerta que da a la calle del jirón 2 de Mayo, sótano, bajando por la escalera a la izquierda, en la puerta cerrada del stand de mi buen amigo Manuel. Ella, polera naranja con raya azul, yo, no recuerdo siquiera si llevaba calzoncillos puestos. Fue una cita exclusivamente para nuestro primer beso, no fue una escena romántica, mi timidez arruinaba cualquier tipo de improvisación. Todo estaba pactado, arreglado, como quien hace preparativos para una ceremonia. Me acerqué a ella, mis labios se acercaban a los suyos mientras ella cerraba los ojos como una niña con miedo. Por fin mis labios se apoderaron de los suyos, creo que no duró mucho, pero al salir de la galería me sentí todo un señor. Salí con una sonrisa más enorme que la de un día cualquiera. Sentí que por fin era un adulto (una aspiración que la tuve desde la infancia cuando me ponía el terno, la corbata y los zapatos de mi padre). Pasaron los días, me hice un adicto a los besos. No es que me gustaran, es que me hacía sentir un adulto, una persona con enamorada. Creo que pasamos algunos buenos momentos pero nunca me llegué a enamorar de ella. Debo reconocerlo, siempre fingí. Fingí un ´te amo’, un ‘te extraño’ y tantas cursilerías que aprendí de las telenovelas. A veces fingía estar triste, incluso hasta estar al borde del llanto, todo ello por influencia de las telenovelas mexicanas que en la infancia veía con mi madre. Por esos días se nacía mi gusto por la actuación, por el teatro, que años más tarde me daría un poquitín de fama en mi etapa escolar y en la pre. Cuando pasaron los años me pregunté porque nunca me enamoré de ella. Lo pensé. Llegué a la conclusión que estuve con la chica que contradecía todos mis gustos. Ella siempre se inclinó por la chismosería, oficio que repudio hondamente y que me hincha las pelotas. Conocía la vida de los demás y no dudaba en contárselo a cualquiera. Fue un error de la pubertad nuestra relación, nunca fui el que ella necesitaba a su lado. Ella porque tal vez aspiraba a algo serio, y yo porque fui un hijo de puta que solo quería decir que tenía enamorada, y si no lo tenía se sentía mal y menos que unos cabrones de mala entraña que decían tenerla, aún si todos ellos mentían por las mismas razones. Nunca tuvimos sexo a pesar que ya empezaba a disfrutar mis primeras erecciones, mis primeros deseos carnales con una amiga muy coqueta de mi salón a quien llamaré ‘R’. Por cierto, ahora ‘R’ también tiene una bebé de algunos meses de nacida, quizás deba ir a visitarla y pedirle ser el padre del segundo. Ya eran casi seis meses de relación y yo llevaba dos meses planeando como ponerle fin a esta farsa. No supe como hacerlo, lo hice como un cabrón, como nadie en el mundo merece ser terminada. Todo iba bien por esos días, y sin ninguna explicación que maquille la verdad puse punto final a lo que con mucha timidez inicié. Estas fueron las palabras que utilice: ‘Érika, quiero terminar contigo porque me gusta tu amiga’. Merezco pagar los platos rotos, lo sé, tal vez los estoy pagando ahora. Lo cierto es que cuando me refería a ‘tu amiga’ no era algo claro, pues me gustaban dos de sus amigas. Una era amiga de los dos, la otra, ella me la presentó horas antes de decirle que llegó el final. No se hizo muchos problemas. Solo preguntó la razón pero con pocas ganas de saberlo. Tal vez a ella tampoco le interesaba continuar conmigo. Pasó algún tiempo y me empezaron a llegar sus cartas, quería volver conmigo, decía que me amaba. Eran cartas muy bonitas. Supe devolverle los mensajes de buena manera, negándome a retomar algo que no debió iniciarse nunca pues la amiga que tuvimos en común, Lesly, era mi actual enamorada. Mi enamorada, una chica celosa que me trataba muy bien (me sentía un rey a su lado), me tenía prohibido el acercarme a su ex amiga. Las lenguas a veces mal habladas, y otras veces con razón me dijeron que ambas se habían discutido, que ya no eran amigas. Era cierto, ya no eran amigas, pero nunca supe si realmente discutieron. Y de esta manera transcurrió mi primera relación, con timidez, sin sexo (nunca hubiésemos podido hacer el amor, nunca hubo amor), con un comportamiento grosero de mi parte y destruyendo la amistad de dos amigas. Una vez más pido disculpas, y también a todas las personas que puedan afectarse con este relato. Además, quiero que sepan que el primer amor también se olvida, que otros, como yo, no olvidan el quinto.
Por estos días Érika está muy bien, tiene un buen trabajo (estoy seguro que gana más dinero que yo), creo que no tiene novio, aún sonríe, siempre lo hace, su hermano se convirtió en uno de mis mejores amigos y compañero de tertulias (a veces somos un par de putañeros), y a pesar de todo lo vivido no me guarda rencor. Dios, si existe, la guarde en su gloria y a mi me siga crucificando con esos clavos oxidados del recuerdo.
DEDICATORIA:
A mi mismo, porque voy cosechando lo sembrado.
(Escrito el: 04-03-14)
(Escrito el: 04-03-14)
SERGIO PATRICIO.
Comentarios
Publicar un comentario