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DIEZ ROSAS 2, Nadie como tu

DIEZ ROSAS 2, Nadie como tu
Lesly Angélica Luna Pizarro (2005)


Sería suficiente con describirla en una sola oración: La mujer que más me amo. Tal vez no exista, ni vuelva a existir una mujer en el mundo que me ame como ella lo hizo, sin peros, sin excusas, sin imposibles, sin nada que la impida estar entre mis brazos, arriesgando todas las cartas de la baraja, expulsando la palabra cobardía del diccionario, derribando muros, si es necesario, para llegar a mí. Nunca tuvo reparos en defender lo que era suyo, y yo era suyo. Por mi parte, también la amé, pasé días bastante alegres a su lado. Como no recordar las tardes en que se escapaba por verme, esas largas tardes que la pasábamos sentados en el piso de mi casa, hablando tonterías, sentada sobre mis piernas, acariciándome, mimándome, besándome con locura. Como podría olvidar los detalles que tuvo conmigo, una sorpresa que nunca quiso que me entere que venía de ella, solo quería verme feliz, pero que años más tarde, cuando ya éramos solo amigos, supe que ella fue la autora de esa gran sorpresa. Las tantas veces que iba a verme jugar fulbito, los regalos que siempre tenían grabado el nombre del equipo del cual soy hincha (aún guardo la pulsera), la comprensión hacia mi adicción por los videojuegos. Para ti, Lesly, solo tengo palabras de admiración y agradecimiento, por todo lo que fuiste, porque me enseñaste que el amor debe ser loco y apasionado, nunca cobarde.
Ella tenía el cabello largo color negro, la piel clara, boca pequeña y labios delgados. Una mujer trabajadora y responsable del negocio de sus padres desde muy corta edad, una mujer como pocas. Una mujer que dejé por razones que no me sé explicar muy bien. Tal vez tampoco la amé. Es cierto, no la amé. Fue un cariño disfrazado de amor, fue un cariño en plena fiesta de disfraces. Joder, que bueno hubiese sido que me enamorara de ella. Pero Cupido, ese dios romano inepto, no lo quiso así. Ella fue amiga de Érika por poco tiempo. Luego me confesó que nunca fueron amigas, que en realidad lo que ella buscaba era acercarse a mi. Recuerdo claramente cuando le pedí que sea mi enamorada. Lesly, eres una chica bonita y … Me quedé callado, la miré a los ojos, aún era tímido (aún lo soy), y ella, tan linda como siempre, me facilitó todo el protocolo cortándome todo el preámbulo con las siguientes palabras: ¿quieres saber si quiero ser tu enamorada? Abrí los ojos como un pez sorprendido y sin dejarme responder continuóPues si eso es lo que quieres saber. Sí, sí quiero ser tu enamorada. Y sin perder más el tiempo se lanzó sobre mis labios, me besó, yo todavía no reaccionaba, quedé anonadado mientras ella me besaba, mientras ella conquistaba cada milímetro de mis labios. Fue de esta manera como tuve a mi segunda enamorada. Yo aún era un chiquillo inmaduro, de barrio, un papanatas de esquina, un inexperto en el amor. Pero a ella la quería, cada una de sus muestras de afecto me inspiraban a portarme bien, a ser recíproco, a ser la persona que ella merecía. Mis intentos y esfuerzos algunas veces fueron en vano. De vez en cuando los ojos se me desviaban al ver pasar una chica bonita, empezaban a nacer rimas y versos criollos al ritmo de despampanantes caderas que eran silbadas por mis amigos. Pero cuando estábamos a solas el mundo se reducía a nuestro metro cuadrado, no existía nadie más, no necesitábamos de la existencia de nadie más. En esto último debo hacer un paréntesis, pues fueron muchas veces, incontables veces, en las que jugábamos con la idea de tener hijos, de necesitarlos en el futuro. Yo quería 2 o 3, ella, en cambio, no tenía preferencia, le gustaba engreírme y eso me hacia sentir un niño mimado.Tendremos todos los hijos que quieras, me dijo.

Ella se escapaba para verme, sabia de las consecuencias que ello acarreaba y se las jugaba de todas maneras. No me gustaba que lo hiciera, me dolía de solo imaginar que la castigarían, pero ella lo hacía sin importar mis amenazas de no volverla a hablar. Fue cada uno de esos detalles que tuvo conmigo que hacen que siempre la tenga en el recuerdo, en el baúl de mis mejores recuerdos. Pero no solo eso hace que no la olvide, sino también que ella fue mi primera mujer. Fue la primera con la que tuve sexo, y digo sexo pues aquella vez estaba guiado por la curiosidad, por el deseo de experimentar y no por los deseos del amor. Nunca hicimos el amor, solo tuvimos un encuentro sexual. Fue el 7 de Diciembre del año 2005, una tarde en que no había nadie en mi casa, esa misma tarde en que ella decidió perder su paseo del colegio para pasar todo el día conmigo. Recuerdo claramente cuando salí a abrir la puerta y la vi, con su mirada traviesa, en buzo de colegio diciéndome ¿puedo pasar?Nos pasamos toda la tarde conversando tonterías, cuando repentinamente llamaron a la puerta. Era mi padre, que había olvidado su llave. Se me congeló toda la sangre, no sabía que hacer. Ella estaba nerviosa. Decidí no abrir la puerta, esperar hasta que mi padre se aburra y se vaya a mi otra casa, donde él vivía. Fue así como sucedió, mi padre se fue luego de diez minutos aproximadamente. Esos diez minutos en que nos la pasamos mirando de reojo a la puerta, escondidos detrás de una pared. Ella delante, yo abrazándola por detrás, de vez en cuando besándonos en silencio para apaciguar los nervios. Se fue mi padre, nos volvimos a sentar en el piso como de costumbre, un poco más tarde le pedí con cariño que se vaya, que ya era tarde, que no quería que su mamá la resondre por mi culpa. No quiso irse, dijo que aún había tiempo para estar juntos un rato más. Entonces nos besamos, primero despacio, como intentando disfrutar cada milímetro de sus labios, luego un poco más rápido, con desenfreno, tomándola por la cintura mientras ella se dejaba caer hacia atrás. Se echó, la seguí besando, me abrazó, sus piernas me invitaron a ponerme entre ellas. Hubo un primer contacto sexual, ella en su buzo escolar, yo en mi short de fulbito. No tuve reparos, no pude evitarlo, mi socio estaba en posición de ataque, más armado que Rambo en guerra de Vietnam y con la misma cabellera. Ten cuidado, podría quedar embarazada, me dijo. Sonreí. Ella pensaba que por tener ese contacto, aun estando con ropa podría quedar embarazada. Ella tenía doce años, un año menor que yo, pero yo tenía mayor información del tema. Miró el bulto entre mis piernas, se le abrieron más los ojos. Yo, sin pensarlo, saqué mi pene de entre mi calzoncillo (por esos tiempos aun podía usarlos), y ella me pidió que lo regrese. Me avergoncé, por unos segundos de estupidez pensé que quería verlo. El remordimiento me torturó por unos minutos hasta que ella, ya de pie ambos, me volvió a besar. La tomé de la cintura y la acerqué a mí. Tenía la cabeza caliente, las hormonas alborotadas, todo mi mundo se centraba en el deseo carnal. Me miró con un poco de miedo de dar ese paso y me invitó a experimentar solo un repentino contacto. Acepté. Al aceptar tenía planeado hacer trampa, agotar todos los recursos necesarios para que se anime a tener sexo conmigo. Se bajó el buzo hasta las rodillas, el calzón solo un poco, yo hice lo propio. Mis latidos se aceleraron, me acerqué. También tuve un poco de miedo. Cogí la punta de mi cuerpo y lo llevé a su casi lampiña vagina. Joder, ambos nos cagamos de miedo. No pasó nada más. No nos pudimos mirar a los ojos. Le volví a recordar la hora, la invité nuevamente a irse y que yo tenía que cambiarme la ropa para salir. Ella me dijo que salgamos los dos. Que la acompañase hasta un lugar cercano a la galería donde trabajaba su madre. Pero tengo que cambiarme de ropa, reproché. Eso no era problema para ella, dijo que me esperaría. Me acompañó a mi cuarto, ya era de noche, casi las nueve. Entramos y sin darme tiempo a prender la luz me besó, la besé imaginando lo que se venía. Nos subimos a la cama, se sacó las zapatillas con los pies, le bajé el buzo, ella me bajo el short, yo le bajé el calzón y cayó al piso, ella hizo lo mismo con mi interior. Sus piernas se abrieron, yo entré con toda mi inexperiencia, no encontré su vagina, sus manos tuvieron que guiarme. Fue entonces, ese preciso momento cuando sentí que una parte mía se hacía parte suya también. El ingreso fue lento, con cariño, mientras ella gemía. No quería hacerle daño, así que continué lento, inexperto pero con cariño. Luego yo abajo, ella arriba. Un par de inexpertos, aprendiendo en la cancha. Fue así que ocurrió mi primera relación sexual. A mis trece años, me sentí todo un señor. Pasé unos días con el temor de haberla embarazado. Todos los días y a cada hora le preguntaba si ya le había venido la menstruación. Cinco días después llegó la tranquilidad. Nuestros días eran buenos. Todo iba tranquilo, no viento en popa, pero reinaba la tranquilidad. Todo empezó a cambiar cuando los celos la convirtieron en la chica que no quería ver. Y sus celos nacieron cuando Jimena llegó al barrio. Empezó a vigilarme al milímetro. Me reprochaba delante de mis amigos por desaparecer sin decir nada, aludiendo que me fui con Jimena. Al poco tiempo llegó al barrio otra chica, María. Al poco tiempo Jimena y María eran muy amigas mías, pues trabajaban en el negocio de mi buen amigo Lenin, quien muchas veces me dejaba a cargo de su tienda mientras salía o cuando iba a hacer sus compras. Debo decir en honor a la verdad que Jimena me acosaba. A mi me gustaba mucho (no creo que exista en la tierra un hombre a quien no le pudiese gustar una chica como ella), pero nunca hubiese pisado el palito de la traición. Mi amigo, el viejo Carmelo, me dejó las cosas claras para afrontar la vida, para honrar a una dama, mucho más. Entonces, la infidelidad estaba descartada por completo de mis pensamientos. En todo caso, si entonces hubiese querido algo mas con Jimena hubiese decido terminar mi relación con Lesly, y no lo hice. Pero sus celos se extendieron hasta el punto de ahogarme, de joderme los días. No eran esos celos que de vez en cuando caen muy bien, de esos que te hacen sentir amado, sino mas bien eran de esos que rasgan la piel, que pican el alma. Mis amigos me alentaban a terminar con ella. Decían que estaba loca, que su comportamiento era como de una pareja conyugal. Pero eso solo la favorecía. Estábamos casados, nos casamos una noche en que solo la oscuridad fue testigo. Nos casamos sin papeles ni sacerdotes, nos prometimos amor por siempre. Pero aun así no podía aguantar más sus celos que atropellaban toda intención de una vida social. Jimena se daba cuenta de mi situación. Me dijo Esa chica no vale la pena, si no la dejas ahora terminará matándote por celos, te colgará de los testículos. Cada día que pasaba Jimena me daba razones para terminar mi relación con Lesly, pero mis razonamientos no me podían llevar por ningún ángulo a concluir que realmente le gustara a Jimena, ella era muy hermosa como para que se fijara en mí. Pero nadie tuvo la culpa, todos me hablaron, me aconsejaron de buena voluntad. A fin de cuentas el que toma la decisión es uno mismo, así que no busco culpables, fue mi decisión, correcta o no, pero fue mía. Termine mi relación con Lesly con la firme convicción de no volver más. Incumplí con esa postura, muchos meses después volvimos, fue en el 2008 pero no recuerdo el mes ni mucho menos el día. Ella insistió tanto que acepté. Suena mal, lo sé. Tal vez parezca que soy un pedante al escribir esto. Pero fue así como ocurrió. Volvimos un día cuya fecha se escapa de mis recuerdos, luego no la volví a ver por mucho tiempo. Me olvidé que tenía enamorada (solo le dije que si por quitármela de encima, y ella lo sabía, lo tenía muy claro) y me enamoré por primera vez, con el corazón saltando como un sapo loco de una chica que me hechizó con sus ojos, una chica que representaba a la princesa de un cuento. Fue así como me libré de Lesly, fue entonces que dejé de salir con Mavely (que será de tu vida mi preciosa ‘amiga’), fue entonces que no fui a visitar a la clínica a Katherine (muchos de mi salón me envidiaron cuando se me relacionó con ella). Mi mundo se redujo (creo que aun esta reducido) a la chica del cuento. De esta manera me alejé de Lesly. Después de algunos meses se enteró que estaba en un relación con Miluska, se enojó, buscó una amiga en común, la citó y quiso hablar con ella. Con un poco de miedo me adelante a lo que ella pudiese hablar y le conté a Miluska todo, incluso que tuve sexo con esa chica. Por suerte, no pasó a mayores. Me quedé con Miluska y pasé los mejores días de mi vida, con esta chica de ojos lindos.
Ha pasado varios años, a veces me cruzo por la calle con Lesly, no me habla, se agacha y acelera el paso. Tiene un bebé, no sé si es varón o mujer, me gustaría conocerlo, pero es algo que lo veopoco probable. De todas maneras, me animaré a ser el primero en entablar conversación para pedirle disculpas por todo, para agradecerle por lo linda que siempre fue conmigo (no le guardo rencor por nada, siempre viviré agradecido por todos los detalles que tuvo conmigo, como nadie nunca lo hizo; creo que nadie más lo hará). Tal vez así pueda conocer a su bebé y cuando sea joven contarle la maravillosa mujer que es su madre. No le contaré que tuve sexo con su madre, aunque en alguna de esas visitas tal vez quedé un momento a solas con su madre, tal vez con su padre en el trabajo, y él, en la universidad. Tampoco le contaría si por caprichos del destino a su madre y a mi se nos da por recordar aquella noche del siete de diciembre. Y luego tampoco le diría que su hermanito tiene un lunar en el cuello igual que yo. Pero todo esto es lejano, en los momentos en que escribo estas líneas soy un hombre solitario, un putañero de tertulias con ganas de dejar el oficio, con ganas de volver a encontrar a la chica del cuento en algún lugar, en algún atardecer, en algún mañana que llegue pronto, porque solo ella, y no Lesly, pudo poner equilibrio a mi vida.


(Escrito el: 20-03-14)


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