Ir al contenido principal

UN VIERNES SANTO, NO TAN SANTO



UN VIERNES SANTO, NO TAN SANTO

Su polo blanco casi transparente dejó que notase su sostén rojo. La primera vez que la vi me llenó de arrechura. Aquella vez llevaba puesta una minifalda (debo resaltar el prefijo ‘mini’ pues eran bastante cortas). Su minifalda también era de color blanco y me permitió notar su calzón rojo. Caminaba inquietándome la mirada, sus nalgas bailando a ritmo firme un izquierda y derecha. Me sentí un sádico, un pervertido, un mañosón de la gran puta. Pero esa vez, la primera vez, no andaba sola, caminaba con su amiga, que seguramente nunca en su vida robo una mirada sino mas bien espantó todas. Por desgracias de la vida, la vida tan desgraciada siempre, la virtud de su amiga no era la belleza. Pero ella, la que movía a ritmo excitante sus caderas, era una mujer muy deseada, y lo sabía. Vi en su rostro un aspecto de prostituta a futuro, de trabajadora del sexo aun no profesional.
Cuando la vi por primera vez le lancé un piropo en paracaídas para que aterrice en sus senos blancos que me permitía ver su tremendo escote, un piropo pícaro y lleno de arrechura. Ella volteó, me miró con desprecio de pies a cabeza, me ‘barrio’. Mis amigos se rieron, disfrutaron el desplante mientras su amiga, la fea (bastante fea para hacerle honor a la precisión), soltaba una risotada infernal, una risotada cruel, asquerosa, vil y fea, inclusive más fea que ella y eso no es poco, se los aseguro. La fea, con el ego por las nubes, movía su trasero alucinándose una modelo pero ni el perro sarnoso de mi amigo Chuky le tomó importancia. Ay feíta, modelo de radio podrías ser, mientras nadie se gane con el caramelo de café que te manejas. Un consejo de pata feíta: por respeto a la belleza no salgas a la calle con ese caramelo que está chancadazo y tú lo sabes.

La segunda vez que la vi estaba sola, sin su amiga la feíta. Quizá la fea entendió mi consejo telepáticamente.
Ella caminaba por el jirón 2 de mayo, no se dio cuenta que la iba espiando. Una vez más, como siempre, estaba con minifalda. Parece que esta chica tiene el ropero lleno de minifaldas. Maldita ‘güarra’ como juegas con mi instinto animal. Me excitó volver a verla, así que decidí seguirla guiado por mis ojos y mas que todo por mi bulto erecto que llevaba entre las piernas. Caminé detrás de ella alrededor de siete u ocho minutos, hasta que me atreví a hablarle. Me acerqué un poco y con el dedo índice tembloroso le toqué el hombro. Volteó y está vez no me miró con desprecio, me sonrió muy coqueta y esperó mi pregunta. Yo estaba nervioso, empecé a sudar, la temperatura se me elevó casi al punto de ebullición, y mi lengua adormecida con un esfuerzo olímpico balbuceó: ‘Hola…’. Quise seguir  pero no sabía que hablar. ‘¿hola?’, me respondió con un gesto en la cara como preguntándose ‘¿nada más?’. Quedamos en silencio un buen rato y yo no me atrevía a hablar. Ella, tan ‘güarra’ como siempre, rompió el silencio: ‘¿Nada mas querías decirme  hola?’, y yo que al parecer necesitaba esta pregunta me deslengüe: ‘No. También quería decirte que eres preciosa, que me gustas mucho, que si aceptarías salir conmigo uno de estos días al cine, a comer o a donde tu prefieras y, y, y….’. Casi me quedo callado, pero ya había agarrado confianza y no pensaba perder mi oportunidad, así que continué: ‘…y bueno, me gustas muchísimo, me gustaría que seas mi enamorada, luego mi esposa y tener miles de hijos y que nuestros hijos se casen, y nosotros luego, viejitos, seguir juntos, agarraditos de la mano, yo amando tus arruguitas, ayudándote a subir a la cama y tu dándome mis pastillitas para cumplirte en la cama y cambiándome el pañal que de seguro los voy a necesitar’. No lo pude creer, hablé sin tartamudear y como un perfecto orador. Ella sonrió muy coqueta por la broma. Me miró (otra vez con gesto de desprecio) y riéndose me dijo: ‘¿Tu eres loco?’. Y yo sin perder un segundo: ’Sí, mucho gusto’. Volví a robarle una sonrisa, y perdiendo el miedo a un rechazo: ‘¿Pero al menos puedo invitarte a salir?’; y ella aun sonriendo: ‘Mira, voy a aceptar tu invitación solo porque me has hecho reír y no porque quiera ser tu enamorada, ni tener miles de hijos contigo y mucho menos cambiarte el pañal’. No pude contenerme al escuchar lo que había dicho, realmente era una barbaridad y solté una risotada contagiante.
‘Esta bien, no hay problema pero ¿Cuándo podría ser?’, pregunté. ‘Bueno solo porque me has caído bien puedes escoger el día y la hora’. Bien carajo, pensé. ‘¿Estas segura? ¿Cumplirás tu palabra?’, pregunté teniendo en mente la fecha y hora que sospecho ni se lo imaginaba. ‘Si, es en serio. Cumpliré mi palabra’, responde muy segura. ‘Entonces que sea ahora mismo’, disparo. En efecto no había sospechado tal respuesta, lo noté en su cara de asombro. El silencio volvió a invadir nuestra conversación. Me mira, ya no con desprecio como la primera vez y por momentos incluso siento que le gusto. Hace muecas sensuales con los labios, muecas que me dejan en knock out. Y como dudándolo un poco, sin querer queriendo, como diría el Chavo me dice: ‘Bueno pues debo cumplir mi palabra’. En el fondo creo que está contenta pero lo quiere disimular, eso me parece cuando la miro ya sin vergüenza directo a los ojos. Nos vamos a un cevichería, cerca de Palermo. Mientras caminamos le hago bromas, haciendo mil y un piruetas para ganarme su confianza y poder aspirar a algo más. Ella se ríe, festeja alguna de mis bromas. Voy logrando ser su payaso, y lo disfruto. En el poco tiempo que llevamos conversando creo que se podría decir que nos llevamos bien, y ese es un punto a favor. Mientras caminamos no puedo evitar mirarle abajo, pero no tan abajo, ahí debajo de la cintura. Los síntomas de la pubertad me tienen loco. Me acaloro. Al parecer esto no fue amor a primera vista, esto fue arrechura a primera vista, lo firmo. Un monstruo entre mis piernas empieza a crecer desesperadamente.
Llegamos a la cevichería y no mencionaré su nombre por el mal trato que se recibe y lo inoportuno que fue uno de sus mozos. Jalo la silla como todo un caballero y ella me sonríe antes de sentarse. Parece que todo va viento en popa. Hacemos los pedidos. Conversamos y mientras lo hacemos no dejo de mirarla fijamente. Me cuenta su vida sin muchos detalles, luego me pregunta a mí y como de costumbre le suelto hasta la fecha del cumpleaños de mi perro, debe ser la vocación literaria la que me hace narrar todo tan fácilmente. Le cuento que me gusta escribir y parece no importarle. Insisto varias veces en que me dedico a escribir historias y nunca lo toma en cuenta. Ya no se lo menciono más, al parecer ella quiere un payaso a su lado y no un escritorcillo mediocre. La sigo mirando fijamente, disfrutando al milímetro de su belleza. No queda duda que tengo una suerte del carajo, pienso. Le sigo haciendo bromas y casi todas con éxito. Parece que mi arma principal son los chistes y no las historias que escribo en hojas de cuaderno escolar del año anterior, me resigno.
‘No me mires así que me avergüenzas’, me dice mientras agacha la mirada. Parece ser que no es tan güarra como creí, pienso. ‘Discúlpame, no puedo evitarlo’, justifico. ‘Si me sigues mirando así tendré que irme’, me advierte. ‘Eres preciosa’, continuo y la miro fijamente a los ojos. ‘Ya no sigas por favor’, me pide pero siento que en el fondo quiere que siga, quiere ocultarlo y yo no pienso dejar que lo haga. Ya di un paso adelante, no hay vuelta atrás. Sin dudarlo le cojo la mano, las dos manos y con algo de temor le digo: ‘Quisiera rozar tus labios’. Me mira a los ojos y no me responde. Mis manos acariciando su piel y sus labios pidiéndome a gritos un beso. ‘Eres hermosa’, continuo mientras me acerco más a ella. De repente, no sé como ni cuanto me demoré me di cuenta que sus labios ya eran míos. No lo pude creer, me beso con pasión y por un instante pensé que en realidad no era una güarra, que estaba equivocado. Nos confundimos en un beso oceánico, en un sentimiento inexplicable de dos desconocidos. Quise que este momento no acabe, pero llego un mesero con cara de caballo a interrumpir mi conquista. ‘Discúlpenme ¿interrumpo?’, pregunta el grandísimo hijo de puta. ‘No, para nada’, miento mientras finjo ser amable. Ella se sonroja y temo que ya no me vuelva a besar por culpa del mesero cara de caballo. ‘Care caballo de mierda ojala toda tu viada sea desgraciada’, pienso. Durante la comida hablamos de todo un poco pero no le pido que sea mi enamorada. Vuelvo a comentar que me dedico a escribir historias y ahora si lo toma en cuenta y me pregunta. Me interroga mucho, empieza a gustarle la idea de que le pueda escribir un poema.
Salimos de la cevichería y nos vamos a un parque. Nos sentamos y de a pocos le vuelvo a agarrar a mano y esta vez me confieso: ‘Muchas gracias por aceptar salir conmigo, siempre creí que la semana santa era aburridísima pero ya veo que no siempre va a ser así, solo debo atreverme a hablarle a una chica muy bonita’. Sonríe y siento que me quiere, parece que me he ganado su cariño y tengo que saber aprovecharlo. ‘Ha sido todo tan bonito que no quisiera despedirme de ti’, le digo. Me mira, sonríe, me quiere decir algo pero no se atreve, solo sonríe. Me puse sentimental, es como si extrañase decir ‘te amo’ a alguien.
‘Amigo tengo flores para que le regales a tu enamorada. A un sol nada más’, me dice un niño que pasaba por ahí vendiendo rosas. ‘No es mi enamorada, es mi amiga’, respondo. Le cambia la cara, parece que no quiere ser solo mi amiga, lo veo en sus ojos. ‘Tacaño, tu enamorada te va hacer cachudo’, me grita desde lejos el niño de las rosas. Sonrío, me contengo, no le respondo pero en mente: ‘Chibolo hijo de puta ojala te cache un burro ciego’. No pasa ni cinco minutos y otro niño se acerca y ‘Por favor  colabórame con dos frunitas’. Me hierve la sangre, odio a mi país por esto, pero quiero quedar bien con ella. Me paro, saco una moneda de dos soles y se lo doy. ‘Llévatelo nomas’. Que dolor en el bolsillo, acaso la circunstancia no comprende que a mi edad dos soles es mucho. ‘Gracias, que dios los bendiga’, nos dice. Por la puta madre, que dios ni que ocho cuartos se llevó mis dos soles, pienso. Ella me mira y yo no puedo evitar verle las piernas. ‘¿Qué te parece si vamos a otro lugar donde nadie nos fastidie?’, me pregunta. Joder, parece que me saqué la Tinka. ‘Vamos’, acepto con mucho cariño. Siento que es mía aunque no pienso pedirle que sea mi enamorada. Caminamos alrededor de diez minutos, conversando, riendo, pero siempre mirándole de reojo sus voluminosas piernas. ‘Ya me cansé de caminar’, se queja. ‘Vamos a un lugar en que podamos estar más tranquilos’. ‘¿Tranquilos?, yo no quiero estar tranquilo a tu lado’, pienso. Caminamos un poco más y se para y vuelve a decir que ya se cansó. Nos quedamos parados. Estamos al lado de un hostal, lo noto a pocos segundos de haber parado. No me atrevo a invitarla a pasar, pienso que puedo perderla. Ella mira el hostal y luego me mira a mí. No le digo nada pero también miro el hostal. Ella se decide al ver que mi timidez no nos llevara a nada. Mira nuevamente el hostal y luego a mí y dice: ‘¿Vamos?’. Con una sonrisa cómplice asiento con la cabeza. Ni dudarlo, joder, tengo una suerte del carajo. Me agarra de la mano y entramos. Por la manzana de Newton, no tenemos DNI. Joder, estamos en el Perú y acá no hay nada que no se pueda solucionar con algunos soles adicionales. Entonces entramos y pido un cuarto. Antes de entrar ya tengo el bulto erecto. Entramos ala cuarto, aseguramos la puerta y sin perder un segundo nos besamos muy excitados. Ella me quita el polo. Me siento un león, ella mi domadora. Le quito el polo blanco y le beso por todas partes, voy conquistando cada milímetro de su cuerpo. Nos quedamos en prendas chicas, ella en sostén y calzón y yo en bóxer. Se voltea, la abrazo con ese cariño que no entiendo de donde salió. Le voy besando el cuello mientras le desengancho el sostén. Le sigo besando y me abre paso a sus senos. Yo lo disfruto, mi lengua va subiendo la montaña instalada en su pecho, aquellas blancas colinas que describió Neruda. Ella mete su mano dentro de mi bóxer, me agarra el trasero, parece que lo disfruta. No pareciera que nos hemos conocido hoy, todo va a la perfección que pareciera que nos conocemos de siempre. Entonces creo que llegó el momento y empiezo a bajarle el calzón. Me agarra la mano, no quiere que lo haga, me mira a los ojos, me da un beso y me suelta  la mano. Pienso que si me soltó la mano es señal de que continué, entonces continúo y deja que le baje el calzón y ella me baja el bóxer. Me la como a besos. Quedamos totalmente desnudos. Se arrodilla, me besa y continúa dando rienda suelta a sus pasiones, a nuestras pasiones. Allí, debajo de rodillas me lleva a un punto sublime de excitación que usted comprenderá y que por hombre no lo debo contar. Se para, y en esto me refiero a ella porque el otro estaba parado antes de entrar al cuarto, y nos abrazamos. Llega el momento, me jala, nos vamos a la cama, se tira para atrás y me jala. Abre sus piernas y me mira con una sensualidad matadora. Entonces mi fiel amigo debe entrar. Cuando la punta de mi cuerpo enamorado, como lo describiera Eielson, empieza a enrumbar su camino a la cueva cual homínido nómade, me mira y me dice: ‘Despacio por favor. Soy virgen’. No le creo, pero le miro con cariño, ese cariño inexplicable que se lo atribuyo a la arrechura. ‘No te preocupes’, respondo mientras le guiño un ojo. Empieza a entrar el mono milenario (una descripción más de Eielson) suave como ella lo ha pedido, cierra los ojos, se retuerce, lo disfruto. Era cierto lo que dijo. Cierro los ojos, y sin querer se me viene a la mente la imagen de otra chica, la de Arlette. Creo estar haciendo el amor con Arlette y tal vez por eso lo disfruto mucho más. Empieza a gemir y lo disfrutamos.
Al terminar se echa a mi lado, su cabeza en mi pecho y yo la abrazo. Me da besitos en el pecho y mientras lo hace tal vez recuerda nuestra conversación y me dice: ‘Tú me dijiste que escribes ¿Esto no lo vas a escribir verdad?’. Entonces la miro, sonrío y no le respondo.

DEDICATORIA:
A mis queridísimas amigas de promoción: Angie,
Heyanira y Brenda, por los momentos placenteros en
los que solíamos hablar de sexo en aquellas aulas del Sarita Colonia.

(Escrito el: 02-04-2010)

Comentarios