Yo la amo, pero no tanto como a mi ex enamorada. Hoy es catorce de
febrero y días antes ya la había invitado a salir. Belén, mi enamorada, tiene
la piel clara como un copo de nieve, es muy alegre, nada le enoja, tiene un
cutis muy fino, una figura que muchas mujeres le envidian, es mayor que yo por
seis meses, y lo mejor de todo, está enamorada de mí; o por lo menos eso es lo
que me hace creer. Buena carne, ‘promo’, me dijo una vez un amigo de mi
promoción secundaria de la escuela.
Tal como lo acordado nos encontramos a las 9:00 am en el paradero del Súper
de Covida, para luego irnos a una cevichería muy recomendada por mis amigos,
porque para mí, no hay ninguna comida más deliciosa que un buen ceviche picante. Al
llegar al paradero, diez minutos antes, me sorprendí al verla ahí, tan puntual
y sobre todo más hermosa que nunca. Es que ella es así, muy puntual, como yo no
puedo ser. Estaba con un polo blanco, bien escotado, que me dejaba ver el
inicio de sus pechos muy bien levantados, su pantalón negro bien ajustado, como
le gusta a ella (y a mí también, por supuesto), y unas sandalias, también
blancas, que mostraban, halagadas, su perfecto pedicure, que muy seguido se los
hace, por cierto. Yo, en cambio, como siempre, un poco (y lo de poco lo digo muy a
mi favor) desarreglado. Polo lila, jean azul rasgado, zapatillas blancas y mal
peinado a causa de que el tiempo no es mi mejor amigo.
Me acerqué a ella, nos dimos un profundo beso con el que descubrí que
antes de mi llegada estuvo con un chupetín de fresa. ¡Qué rico beso! La
sorprendí con una cadenita de plata con un dije de corazón, enterito, porque
ella mantiene así mi corazón, enterito y saltarín. Ella me regaló en una
cajita envuelta en papel de regalo una billetera Billabong, color marrón, que
me gustó muchísimo. Era el modelo y el color que yo deseaba hace mucho tiempo,
y que tenía en mente comprármelo. Por eso te quiero mucho Belén, siempre me
sorprendes con cada detalle, tu existencia me adornó la vida.
Ahora estamos felices y satisfechos, con nuestros obsequios, y lo sé
porque ella me pidió esa cadenita hace mucho tiempo. Nos tomamos de la mano.
Vuelvo a sentir su mano suavecita. Caminamos por Antúnez de Mayolo, y sin
consultarle siquiera, decidí, autoritario, pero con la seguridad de que le
encantaría la idea, ir primero al cine y después a comer. En efecto, mi idea le
encantó. Llegamos a Cinemark de Mega Plaza, y ella escogió la película, una de
terror. A tu lado nada me da miedo, porque tú eres mi héroe, me dijo, con ese
tonito con el que siempre me engríe. Yo, por supuesto, me sentí halagado,
fuerte, y una pieza muy importante en su vida. Aunque debo confesar que si miro
la película al lado de ella, o, de cualquiera, o de nadie, de todas maneras me
muero de miedo. Entramos a la sala donde se va a proyectar la película que
no me va a dejar dormir esta noche. Yo llevo las canchitas, y ella las gaseosas,
Coca-Cola por supuesto, que no quepa duda de ello, y que ella escogió tras el
criterio de que ‘la Coca-Cola hace que te atrevas a todo’, me dijo mientras una
señorita muy guapa nos servía las canchitas. Ella me lleva de la mano
hasta el último asiento, allá, al fondo, en el rincón, escondiéndonos del
mundo, de su dios, que sospecho no existe. No es una buena posición para ver
una película, cualquier ser humano en su sano juicio no escogería la última
fila del cine, pero estoy con ella, y no importa, ella quiere estar ahí y yo
quiero estar a su lado. Ganamos los dos, cada quién en el lugar donde quiere
estar. Hoy la voy a pasar genial, pienso, sospechando sus intenciones. A pesar
de ser el día de los enamorados la sala luce casi vacía, motivo que
aprovechamos, muy acaramelados al fondo, no exentos de placeres, sin tomar la
menor importancia a la película que si la miro no me va a dejar dormir esta
noche. Ella me da de comer las canchitas una por una, y después de una canchita
dentro de mi boca me da un ‘piquito’ súper cariñoso. Así pasamos quince
minutos, amándonos en la oscuridad. Por cosas de la vida y razones que no
recuerdo llegamos a hablar de futbol. Yo le cuento que antes jugaba futbol, que
era delantero, y ella, irónicamente, se burla, no me cree. Mientras ella
se burla cariñosamente de mí, le suelto un piropo pícaro. Si me dejaras entrar
a tu área chica, te metería un gol de palomita, le digo, mientras le guiño el ojo.
A lo que ella, muy coqueta, acalorada y excitada, me responde: Con tal de
que seas mi goleador, entra a mi área chica que te espero sin arquero. Mi socio
se ha despertado de su profundo sueño, y ya está en posición de ataque, como el
buen delantero que es. Ya excitados los dos, al fondo, sin mirar la
película, nos empezamos a besar, acalorados, nos ensuciamos de besos, cómplices
y pecadores. Ella, por instinto natural me va abriendo paso hacia sus
senos. Beso sus senos, disfruto en la punta de aquella montaña blanca. Ella lo
disfruta, está muy excitada. Sin prevenir si nos ven, o no, acepto su aventura.
Se desbotona el pantalón, se baja el cierre, mientras yo la sigo comiendo a
besos. Luego continua conmigo, saca a mi socio, que ya estaba listo y preparado
para demostrar sus dotes de goleador, y sin dudarlo un momento lo lleva ahí, a
su área chica. Muy excitada me repitió varias veces ¡te amo! ¡Te amo!, y me lo
repitió tantas que me dio miedo de estar cometiendo un error. Yo no le podía
decir lo mismo. Yo la amaba, pero no tanto como algún día llegué a amar con
locura, como algún día la amé a ella, mi princesa. De tanto que repetía que me
amaba solo atine a decirle: Te quiero Belén, eres la mujer más linda del mundo.
No solo dijo amarme, me dijo muchas frases más durante ese instante acalorado,
intenso, animal, que por caballero no lo puedo contar.
Salimos del cine. Vamos a la cevichería ‘El Barco del pirata’. Viene la
señorita mesera y nos atiende, me atiende, muy amable y coqueta. Belén se
molesta, le arde el hígado por eso. Yo lo disfruto, le correspondo los
coqueteos. La mesera es simpática y su minifalda me deja fabricar fantasías, y
no lo sé disimular, la mirada de Belén me lo dice. Belén come muy de prisa, ya
no quiere estar en este lugar, la mesera le malogró la tarde. Comimos rico, muy
rico, y luego salimos. La veo más tranquila, es más, nos despedimos como
siempre. Me da un beso inmenso, oceánico y muy amoroso. Me dice que la ha
pasado muy bien y que me ama muchísimo más que ayer. Hago parar un taxi, nos
despedimos y se va. Es raro, pero a pesar de haberla pasado súper bien, me
siento libre sin ella. Al día siguiente la llamo (ella no me llama porque
perdí mi celular). Esta furiosa. No me permite ni siquiera saludarla. Ni creas
que no me di cuenta, ayer estabas en otra, yo te decía lo mucho que te amo, y
tu nada, con las justas me dijiste que me quieres y una vez nada más. Yo solo
la escucho. Claro, segurito estabas pensando en ella ¿no?, en tu ex, esa
maldita perra del carajo. Nunca la escuché decir lisuras, pero eso no me importó,
lo que me dolió fue que llamara ‘perra del carajo’ a mi ex enamorada. Y
después, después de haberme hecho el amor en el cine estabas coqueteando con la
chica de la cevichería ¿crees que no me di cuenta?, eres un coqueto y mujeriego.
Yo la seguía escuchando sin decir nada, y ella sentía estar ganando por eso,
creyó tenerme en sus manos. ¿Sabes qué Leo? Ya no quiero saber más de ti,
siempre coqueteas con todas las mujeres y nunca vas a olvidar a tu ex, toda la
vida vas a vivir como un sufrido por la culpa de esa perra. La volvió a llamar
perra a la mujer que tan feliz me hizo y que tanto como a nadie amé. La bestia
que llevo dentro estaba a punto de salir, y ella seguía, creía tener el poder. No
quiero que me llames nunca más. !Olvídame¡ !Olvídame¡ ¿está bien?. Entonces ya
no pude aguantarlo, rompí mi silencio. ¿Perdón? ¿Quién eres?, pregunté sarcásticamente,
y ella muy confundida, ¿Qué?, y yo sacando mis armas, esas palabras filudas y
venenosas que me sé preparar en momentos como este, le respondo, irónico, es
que ya te olvidé, puedes estar feliz, ya te olvidé, chau. Colgué el teléfono y
no volví a llamarla nunca más.
Le guardo rencor porque llamó ‘perra del carajo’ a mi ex enamorada, a la
que tal vez estoy condenado a amar eternamente. Belén cavó su tumba cuando llamó
‘perra del carajo’ a mi ex. Estuve triste, no lo niego, y en la noche antes de
dormir, recordando los momentos felices de mi vida, con ella, mi ex, a la que
amo tanto, musité: Debería existir un día de los ex enamorados. Cerré mis ojos
húmedos y no quise despertar nunca más.
-PATRICIO MACEDO.
(15/02/2010)
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar