La niña más linda del mundo. No la volví
a ver más. Incluso, ya no la había visto hace poco más de un año. Jaime, Memo, y
yo solíamos llamarla “colitas” por el peinado que solía llevar. Esas
colitas preciosas que, a nadie como a ella, le quedaban tan perfecta, esas que
la hacían ver como una princesita. Ella solía llamarse “Sasuke“. Lo recuerdo
hondamente porque con tal de hacerla feliz yo la hubiese llamado así por toda
la vida. Pero yo, aunque no se lo dije nunca, la consideraba mi angelita. Sí,
mi angelita de la guarda. Mi angelita que me cambiaba de humor rápidamente como
nunca nadie lo había hecho. A pesar de ser tres años menor que yo, siempre
sospeché, y hoy lo con firmé, que era mucho más lista que yo.
No la veía hace
mucho, pero daba vida a mis recuerdos. La recordaba tierna, alegre y
queriéndome a escondidas. Aunque solo conversamos por Messenger, me fui
enamorando de ella, mi angelita, la princesita de mis alucinantes e irreales
sueños. Le mandé uno que otro mail, y ella, muy sabihonda como siempre, no me
contestó ninguno. Yo, como siempre lo he dicho, mala persona, por naturaleza y
voluntad del barbón, y por ende de malos pensamientos, que algunas veces
resultan ciertos, pensé: “No me quiere, y no sabe cómo decírmelo. Le doy pena”.
Aunque eso, por cierto, lo comprendo; ya que, si yo podría salir de mi cuerpo
por un instante y mirarme, también me daría pena, muchísima pena. Pero sin irme
por codos y ramas seguí soñando con mi angelita, día y noche. Mi princesita de
pensamientos prolijos, pero con voz de bebita tierna, se fue haciendo,
construyendo e invadiendo gran terreno en mi corazón. Nunca quise dejar de ser
su amigo. Pero ya no lo pude evitar cuando me di cuenta que la amaba. Me había
enamorado de mi angelita de la guarda, que no veía hace poco más de un año.
Cada día la extrañaba más, y más crecían mis ganas de volver a verla. Cerraba
mis ojos y la imaginaba delante de mí, diciéndome, como por el Messenger:
“habla causa”. Sonreía muy feliz con los ojos cerrados, sintiendo que mi vida
aún tenía sentido. Y amándola más. Era mi preciosísima angelita que me decía
"causa". Empecé a llamarla a su celular por el solo gusto de escuchar
su voz, su respiración, que en vano por el auricular trataba de aspirar. Era
tal mi condición de loco amador que gasté en un locutorio para llamadas
cantidades que nunca lo había hecho por nadie, absolutamente nadie. Todo era
bonito, hablar con ella era como sumergirnos en nuestro mundo perfecto,
alejados de toda la mierda que es Lima.
Pero como todo
loco, fiel a mi estilo, brutal y asesino, decidí, de golpe, que algún día tenía
que pedirle que sea mi enamorada. Uno de estos días, pensé. Aunque solo gozaba
con un nada alentador 1% de esperanzas, intenté en varias
ocasiones confesarle mi amor, pero no me atrevía, me temblaban las piernas. Oh,
angelita de mi vida, si supieras que ya tienes varias páginas en mi vida, si
supieras cuanto te amo, pensé.
Era raro, yo
había tenido siete enamoradas formales y cuatro informales, y nunca, excepto la
primera vez, fui tan nervioso para declararme. Sí, me 'amariconé' varias veces.
Pero en un segundo me decidí, como la mala persona que soy, a decírselo, así,
de golpe, sin detalles cariñosos ni romanticismos como muchas veces lo hice.
Pero fui un tarado, lo hice por Messenger. ¿Aceptarías ser mi enamorada?, y al
presionar Enter temerariamente lo sospeché, quizás por mi instinto de mala
persona, que después de esa pregunta habría concluido nuestra amistad. Se
demoró en responder. No sé exactamente cuánto demoró en hacerlo, pero para mi
fue una eternidad. En ese momento, esperando su respuesta, odié más que nunca a
dios por haber hecho la vida de esta manera, tan difícil. Hasta que por fin la
princesita de mis sueños, mi preciosísima angelita, a quien no veía hace poco
más de un año, muy sabia, como siempre, respondió: “No podría, ya que por mi
edad no me dejarían salir de mi casa y no podríamos vernos como tu quisieras”.
Su respuesta me dejó afligido, muy triste, al borde de la muerte, pero la amé
más, a pesar de su negativa. No sé por qué, pero la amé más. La admiré más, y
solo atiné a dedicarle una canción: As long as you love me de
los Backstreet Boys, que quedará en su memoria como una
canción fúnebre, de aquel día en que, por decisión mía, y pura culpa mía, murió
nuestra gran amistad. Yo decidí terminar nuestra relación amical, ya que la
traicionaría como amiga al seguir amándola.
Llegué a casa
confundido, atontado y triste. Entré a mi cuarto y me desnudé ferozmente como
una bestia, hasta solo quedar en bóxer. Intenté dormir. Luego de mucho rato
moviéndome en diferentes posiciones, sin conseguir coger sueño, resolví ir al
baño. Entré, me miré en el espejo del lavabo, recordé que había perdido a una
gran amiga, mi mejor amiga, y me odié olímpicamente, me miré furioso en el
espejo, y, de repente… ¡pum! Le metí un frentazo al imbécil que estaba allí,
dentro del espejo. Ya con el espejo rajado, vi en el espejo chorrear sangre de
mi frente, en la parte derecha. Te lo mereces, pensé, odiándome como nunca
antes lo había hecho. Al rato, me metí a la ducha, con bóxer. Me senté y dejé
que el agua corra y forme sus pequeños riachuelos sobre mi cuerpo. Sentado,
sangrando, no solo la frente, también el corazón. El agua adueñándose de mi
cuerpo, los Backstreet Boys a todo volumen cantando esa canción que le
dediqué y que jamás olvidaré. A los veinte o treinta minutos decidí levantarme,
y odiándome un poco menos, volví al espejo rajado y sangrado. Me miré a los
ojos, triste y pensando en ti. Cerré mis ojos. Te vi en la oscuridad,
hermosísima, e inexplicablemente sentí como una gotita de lágrima navegó mi
rostro hasta llegar a mis labios, esos que soñé algún día serían tuyos, y como
dándome voz, con tono resignado musité: Te amo, mi angelita de la guarda.
-SERGIO PATRICIO.
(15/02/2010)
este articulo lo escribi una noche en que mis manos, cansados de las vulgaridades de mi lengua,quisieron hablar.....algun dia mis manos han de hablar
ResponderEliminar