¿FELIZ NAVIDAD?
¡Hola! Soy el diablo y vengo a joder tu santísima celebración navideña, y porque soy tan malvado tengo en mente crear una celebración en la que muchísima gente se sienta inferior a los demás. Esto lógicamente es una ironía de mi parte. A pesar de mis intentos por no ser sarcástico con los temas competentes con la religión y costumbres cristianas no puedo evitarlo. Me resulta tedioso tener que soportar una celebración mundial exenta de bondad y ayuda al prójimo, virtudes que el Vaticano se jacta de promover y que mis conclusiones encaminadas por diversos ángulos no se permiten llegar.
Esta es la decimoctava navidad en mi vida (catorce celebradas y cuatro odiando esta fecha). ¿Por qué un homínido del género sapiens sapiens del siglo XXI odiaría la navidad? Acá les va mi descarga, son dos los motivos:
1ero: Vivo en Lima, capital del Perú y punto geográfico próximo al ecuador, una ciudad de clima variado pero en el que a mis dieciocho años nunca vi caer nieve, razón por la cual veo con cierta hostilidad la gran estupidez que cometen mis compatriotas al armar su arbolito, que por cierto para comprarlos dejan de comprarse muchas cosas más útiles que esto, y simulan que tienen copos de nieve. ¿Cuándo coño ha nevado acá? ¿Acaso no estamos en pleno verano? ¿A quién coño se le ocurrió poner nieve en pleno verano? Mi primer motivo es este justamente, ver a mis compatriotas hacer el papel de seres poco razonables, alienados de Norteamérica, tarados, memos, bobos, estúpidos, mentecatos.
Adornamos nuestras ventanas con luces y ponemos la imagen de Papa Noel. Voy a comenzar mi discursillo de peruano histérico escribiendo sobre las luces: ¿Acaso no estamos enterados que parte del calentamiento global se debe al infinito número de artefactos y luces prendidas? ¿Es acaso que el peruano solo toma conciencia un día y luego se olvida? ¿O es que ya no recuerdan que el día en que se celebró el día del planeta (a las 8.00 pm para ser precisos) apagamos todo y nos quedamos a oscuras por una hora? Ahora hablemos de Papa Noel, que este viejo del orto no se escapa de mis palabras afiladas. Lo ponemos en la ventana, en la pared de la casa, de los colegios, abundan en los mercados y en muchas otras partes como si fuera su cumpleaños. Se han fijado que el viejo lleva abrigos como si estuviera en el polo norte (su ropa, que valga mi ignorancia sobre el material del que está confeccionado, pero que parece ser bastante caliente para el clima que vivimos, unas botas forradas por dentro y gorro del mismo material que el de la prenda); luego uno se ve y está en sandalias, polos cortos, shorts, faldas, y yo particularmente, me la paso sin polo y duermo completamente desnudo. Estamos en verano a una temperatura aproximada de 20 a 30 grados Celsius (según el Senami que a pesar de su poca credibilidad aun le creo porque no queda otra) y tenemos a Papa Noel lleno de abrigos, joder. Que les parecería un Papa Noel más peruano, en sandalias, short playero, polo manga cero, lentes oscuros y un poco de bloqueador para que su piel no se tueste y no padezca del terrible cáncer que nos lo podría matar. ¿No se vería más charly? ¿Acaso no sería un Papa Noel más faite? Yo creo que si adoptáramos esa idea y dejáramos la mala costumbre de Papa Noeles súper abrigados libraríamos a muchas personas del humillante oficio de tener que ponerse esos abrigos en pleno verano para ganarse unos putos soles que les servirá para comprar un panetón de dudosa calidad y llevarlo a su mesa. ¿Acaso no se imaginan cuanto debe sufrir ese pobre hombre dentro de ese exagerado disfraz? Se me hinchan los cojones cada vez que pienso esto y me he de seguir tragando la cólera de soportar por unos cuantos años más (los años que me queden por vivir) esta puta costumbre de esta sociedad alienada a la que por desgracia o error del barbón, al que adoran en las iglesias, pertenezco (para que se den cuenta que el barbón también se equivoca).
Adornamos nuestras ventanas con luces y ponemos la imagen de Papa Noel. Voy a comenzar mi discursillo de peruano histérico escribiendo sobre las luces: ¿Acaso no estamos enterados que parte del calentamiento global se debe al infinito número de artefactos y luces prendidas? ¿Es acaso que el peruano solo toma conciencia un día y luego se olvida? ¿O es que ya no recuerdan que el día en que se celebró el día del planeta (a las 8.00 pm para ser precisos) apagamos todo y nos quedamos a oscuras por una hora? Ahora hablemos de Papa Noel, que este viejo del orto no se escapa de mis palabras afiladas. Lo ponemos en la ventana, en la pared de la casa, de los colegios, abundan en los mercados y en muchas otras partes como si fuera su cumpleaños. Se han fijado que el viejo lleva abrigos como si estuviera en el polo norte (su ropa, que valga mi ignorancia sobre el material del que está confeccionado, pero que parece ser bastante caliente para el clima que vivimos, unas botas forradas por dentro y gorro del mismo material que el de la prenda); luego uno se ve y está en sandalias, polos cortos, shorts, faldas, y yo particularmente, me la paso sin polo y duermo completamente desnudo. Estamos en verano a una temperatura aproximada de 20 a 30 grados Celsius (según el Senami que a pesar de su poca credibilidad aun le creo porque no queda otra) y tenemos a Papa Noel lleno de abrigos, joder. Que les parecería un Papa Noel más peruano, en sandalias, short playero, polo manga cero, lentes oscuros y un poco de bloqueador para que su piel no se tueste y no padezca del terrible cáncer que nos lo podría matar. ¿No se vería más charly? ¿Acaso no sería un Papa Noel más faite? Yo creo que si adoptáramos esa idea y dejáramos la mala costumbre de Papa Noeles súper abrigados libraríamos a muchas personas del humillante oficio de tener que ponerse esos abrigos en pleno verano para ganarse unos putos soles que les servirá para comprar un panetón de dudosa calidad y llevarlo a su mesa. ¿Acaso no se imaginan cuanto debe sufrir ese pobre hombre dentro de ese exagerado disfraz? Se me hinchan los cojones cada vez que pienso esto y me he de seguir tragando la cólera de soportar por unos cuantos años más (los años que me queden por vivir) esta puta costumbre de esta sociedad alienada a la que por desgracia o error del barbón, al que adoran en las iglesias, pertenezco (para que se den cuenta que el barbón también se equivoca).
ü 2do: Odio la navidad porque la gente sale desesperada a las calles a comprar hasta lo que no necesita como si estuviesen enterados o mal informados de que el próximo día habrá una terrible alza en los precios como en los años oscuros del terrorismo. El señor García, alias bolón, es nuestro presidente, pero antes de serlo nos aseguró que ha aprendido de sus errores y a nosotros no nos queda otra que creerle pues, así que es poco probable que haya un alza del dos mil porciento como lo hubo en su anterior experimento, perdón, quise decir su anterior gobierno. Odio la navidad porque gran parte de mis dieciocho años los he vivido en el mercado y me he podido dar cuenta como se sienten los hijos de los mendigos al ver pasar a otros niños de familias pudientes con enormes regalos, con una enorme sonrisa reflejada en el rostro; y bueno el problema no es que le compren juguetes a sus hijos, a mi parecer el problema es que todos salgan el mismo día a comprar esos enormes y exagerados juguetes. Odio la navidad porque esa noche comemos como cerdos; estamos en verano y nos llenamos de calorías con tanta grasa y dulce. Esa noche comemos como si nunca antes lo hubiésemos hecho o como si nunca más lo volviésemos a hacer. Estamos en verano y tomamos una taza de chocolate caliente (en muchos casos dos, tres y muchas más tazas en el peor de los casos) y terminamos sudando, al menos en la mayoría de los casos que me ha tocado presenciar. Soy parte de ese conjunto de sapiens sapiens y me da vergüenza serlo. Otras mesas tal vez tengan en medio de la mesa una vela, una taza de té y un bizcochuelo mientras nosotros creemos estar en otro mundo, muy ajenos de ellos, ignorando apropósito que el vecino se muere de las ganas de estar en tu mesa porque sabe que en tu mesa habrá pavo, lechón, panetón, chocolate, champagne, vino y tanta basura que terminará en el excusado y desaparecerá ante tu mirada. Odio la puta navidad porque la sonrisa de un niño vale más que el oro. Odio la navidad porque los niños nunca van a entender la frase “no hay dinero, otro día te lo compro”. Odio la puta navidad porque veo muchos niños mirar con tristeza a otros que pasan por las calles con inmensos regalos que sus padres no pueden comprar. Odio esta puta navidad porque no quisiera que uno de esos niños fuese mi hijo. Odio esta y todas las putas navidades porque Benedicto XVI y su secta de violadores me vale los cojones y el narizón que llevo entre las piernas. Odio las pasadas, presentes y futuras navidades porque el barbón no hace justicia, por eso no es mi amigo.
PATRICIO MACEDO.
DEDICATORIA:
Para el barbón que se jacta de
ser el bravo y no resuelve este problema.
(Escrito el 24-12-10)
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