Dónde estará mi amor. Esta es una de las canciones de Centella, un grupo de música chicha, que me quedó grabado en el pecho después de su muerte.
Aunque no tenía muy buena voz y cantaba muy mal (aveces cambiaba una palabra por otra) me gustaba más escucharla cantar a ella que al gordo Centella. En efecto, en aquellos tiempos no era seguidor de la música chicha, no me gustaba en lo absoluto. Ahora lo escucho por el recuerdo oceánico que me trae esta canción, y porque el gordo Centella es hincha del equipo de mis amores.
Ella, Débora, mi ex enamorada, la cuarta para ser precisos (para que quede claro que me encanta ser preciso), toda su vida, su cortísima vida, fue amable conmigo, muchísimo más de lo que merecía.
La primera vez que me vio estaba semidesnudo, en calzoncillos, saliendo de la ducha, de su ducha. No fue el mejor momento para conocernos, pero se dio. El señor Jose Ker Merel, su padre, me dio la oportunidad de participar en su club "Cultural San Jose", como futbolista de la sub 16. Después del primer partido de la temporada nos fuimos a casa del señor José y el nos mostró las cinco duchas que podíamos usar después de cada partido. Las duchas estaban en perfecto estado, bastante higiénicos, por lo que acepté bañarme ahí.
El día del primer partido éramos dieciséis, once titulares y cinco suplentes, por lo que a la hora de ir a las duchas se llego al acuerdo de que nos bañásemos tres por ducha y uno al final, solo. Yo dejé que ellos se bañen primero. Mientras ellos se bañaban con algarabía, se miraban el trasero entre ellos, porque la mayoría se bañaba con el calzoncillo puesto excepto dos, yo conversaba con el señor Merel. Acabaron de bañarse y me dejaron solo, se fueron a la bodega de la señora Chela a tomar gaseosa. El señor Merel, tan gentil como siempre, me dijo que me bañe con confianza como si estuviese en mi casa y que después vaya a la bodega que ahí me iban a esperar. Yo acepté, muy contento, por la inmensa confianza que me brindaba el señor Merel. Se fueron. Me quedé solo. Escogí entre las cinco duchas. Yo me baño desnudo. Me echo bastante shampoo porque me gusta sentirme lleno de espuma, luego me enjuago y agarro el jabón. También uso bastante jabón, me encanta estar lleno de burbujas. Termino de bañarme y ante la complicidad de la soledad se enciende una parte de mi cuerpo. Pienso: estás solo cabrón, hazte una. Entonces sin dudarlo mas, lo agarro, la bestia empieza a crecer, el mono despeinado empieza a pedir a gritos ayuda a mi mano derecha, y mi mano, de tan nobles sentimientos, lo consiente, le da cariño y creo que le transmite fuerza porque en poco tiempo lo siento fuerte, rudo y con todo el poder mi cuerpo. Mi mano sigue una secuencia rítmica de adelante para atrás por alrededor de un minuto. Recuerdo cuando mi amiga Rosa, muy coqueta, me enseñó su calzón una y otra vez. Recuerdo cuando Lesly cogió la punta de mi cuerpo enamorado y lo llevó a su cuevita. Recuedo también cuando Ana, Yadira y Kate se desnudaron para cambiarse de ropa y solo me pidieron que cierre los ojos, y yo, haciendo trampa, de vez en cuando mirándolas desnudas, acomodándose el sostén para aumentarse los senos, acomodándose el calzón para que les levante el pompis, y diciéndoles al final: "Cuando sea escritor todo el mundo sabrá esto" y Ana:"Si lo haces te busco y te mato" y yo:"No te preocupes Ana, nunca seré escritor, nunca lo escribiré y nadie sabrá de esto", mentí. Ahora recuerdo cuando Ana, mi linda amiguita, se paró delante de mi, cogió mis brazos y los puso alrededor de su cintura, recuerdo que sus hermosas y redonditas nalgas presionaron mi creciente bulto de la entrepierna y cuando mi bulto daba justo en la línea sagrada, volteó y me miró con esa carita pícara y sin decirme nada se fue. El mono erecto con este recuerdo ya no aguanta más y expulsa su poder transformado en un líquido espeso y blanquecino. Ha perdido su poder y como si fuese una tortuga esconde la cabeza. Me masturbé, y tuve el coraje de hacerlo en casa ajena. Soy un tarado, lo sé. Me vuelvo a enjuagar y luego, cogiendo mi toalla de Disney, me seco. Agarro mi calzoncillo (porque entonces aún podía usar calzoncillos sin que me cause irritaciones) y cuando introduzco una pierna escucho el sonido de la puerta. Desesperado, porque ninguna de las cinco duchas tiene puerta, me subo el calzoncillo y cuando intento cubrirme con la toalla me doy cuenta que ya es tarde, ella esta ahí, sin saber que decir, y yo avergonzado finjo una sonrisa. Hola tu papi está en la bodega de la tía Chela,le digo, y ella, ruborizada, o con algo de gusto tal vez, ¿quién eres?. Entonces fingiendo moral, disimulando la mala persona que soy, o tal vez para ocultar el bulto que vuelve a crecer entre mis piernas, le digo, espérame un toque , me visto y luego me preguntas todo lo que quieras. Se ríe. Tienes razón, discúlpame, mejor cámbiate primero, dice. Y es que ella habla así, cambiándole la posición a las palabras, y la envidio por eso. Por esa soltura al hablar, por su falta de preocupación en acomodar las palabras.
Así de accidentada fue la primera vez que nos vimos.Yo semidesnudo después de masturbarme, y ella, ruborizada con la mirada cómplice de mi desnudez. Quien lo imaginaría que después de una semana, luego de que su gusto por mi haya sido expresada por sus lindisímas amiguitas, llegaríamos a ser enamorados. Yo no hice nada, ella lo hizo todo, y por eso la amé. La amé porque me hizo la vida facil, y mientras estuve con ella siempre fue así. Desde que fue mi enamorada no se perdía ni un solo partido del equipo. Su padre se enteró de nuestro noviazgo y me aceptó muy feliz de la vida. Débora, mi amor, donde sea que te encuentres, quiero que sepas que aún guardo tu camiseta y que a pesar del tiempo te llevo grabada en mi corazón.
Después de los partidos de los domingos, cuando su papá salía de casa, me hacía masajes. Que buena era la vida entonces, joder. Sus manitos acariciando mi espalda y de vez en cuando llegando, para complacerse, hasta mis nalgas, que toda su vida, su cortísima vida, le gusto tocar. Recordar a Débora es recordar los momentos más felices de mi vida. Las tardes que con el pretexto de ayudarle con sus tareas me pedía que vaya a su casa. Esas tardes que nunca fueron para hacer tareas. Esas tardes que se prolongaban tangencialmente hasta la noche. Esas tardes acaloradas, de goce pleno y de sexo candente, animal. Ella escuchaba canciones de Centella, Chacalón, Alegría y no sé qué otros grupos de música chicha. A mi no me gustaba, pero cuando estaba molesta conmigo, sin mirarme, cantaba: "Donde estará mi amor porque no viene, donde estar mi amor quien lo retiene, el es tan bonito cualquiera que pueda verlo se enamorara...".
Toda nuestra relación fue esplendida hasta que un día, su papá, el señor Merel, me pidió que ya no la busque. Recuerdo claramente sus palabras: "Hijo, eres una gran persona, me gusta tu manera de ser y como le haz cambiado la vida a mi hija, pero..." Al escuchar el ´pero` sentí que se venia algo malo. Me encabroné y tuve miedo de seguir escuchando, sospeché que se venia algo trágico. "...pero es mejor que termines con mi hija. Sabes, ella no lo sabe pero cuando nació el doctor le detectó un mal funcionamiento en el corazón, y me dijo que ella no iba a vivir muchos años. Últimamente las pastillas que toma ya no hacen mucho efecto. Anoche el médico me dijo que tal vez ya llegó su hora. Yo no pierdo las esperanzas de que se salve, pero si tiene alguna emoción fuerte se puede morir. En toda pareja hay discrepancias y si ustedes la tienen eso le puede afectar bastante. Por eso te pido que ya no vengas, su corazón ya no lo va aguantar..." Yo tenía las mejillas húmedas, no sabía que decir, mi corazón partido, un nudo en la garganta y una impotencia que me asfixiaba. El señor Merel rompió en llanto. Yo ajustaba los dientes, cerraba los ojos y buscaba un pañuelo para mi corazón. No me quedaba otra que acatar la decisión del señor Merel.
Fue por tu salud mi amor, perdóname estés donde estés. No volví a su casa, me contaron que estaba muy mal y que pronunciaba mi nombre a cada instante. Sufría, lloraba a mares. Yo la extrañaba. Yo la amaba. Aún te extraño, Débora. Te hecho de menos.
Una tarde cuyo día no viene a mi memoria, Ricardo llego a mi casa agitado y me apedreó con la noticia: "Débora está en el hospital, va a morir". Me lo dijo así, sin maquillar mínimamente la noticia. Salí de mi casa como un energúmeno, ignorando los semáforos y en media hora estuve a su lado. La vi. Me pidió un beso. Me dijo que ya no podía más y que lo último que quería era un beso. Me acerqué a sus labios, me miró con ternura, y antes de darnos el beso nuestras lagrimas se confundieron en su mejilla. Fue entonces cuando me lanzó una frase que me quedó grabado en la memoria: "No llores mi amor, vas a encontrar a una mujer que te quiera muchísimo". La acaricio, la amo infinitamente y le doy el beso eterno que hoy la mantiene en mis pensamientos. Cierra sus ojitos, como un pajarito, y ya no se mueve. Su mano deja de presionar la mía. Ciento el mundo en mi espalda.
Ahora yo, que nunca escuchaba música chicha, canto: " Donde estará mi amor porque no viene, donde estará mi amor quien la retiene, ella es tan bonita, cualquiera que pueda verla se enamorara..." y el llanto invade mi corazón, y tu que ya no estás, que no existes, existirás por siempre en mi corazón.
SERGIO PATRICIO
(escrito el: 01-03-2010)
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